Francisco Órnelas Gómez
(1946 - 2022)


Paco, como se le llamaba entre la familia y amigos, nació y pasó sus primeros años en un pequeño rancho a las afueras de Delicias. El y su hermano, los cuates, junto a sus otros cuatro hermanos y hermanas disfrutaron muy poco de su infancia y de vivir en familia pues perdieron a ambos padres desde pequeños, de ahí en adelante seguiría una cadena de cambios viviendo con sus tíos maternos, quienes se hicieron cargo de seis niños huérfanos.

Con el tiempo, las andanzas familiares y las decisiones de vida llevaron a Paco por un camino que muy pocos han andado.

Una mañana, unos días antes de cumplir los diecinueve años, empuñó su fusil contra un cuartel militar en la Sierra de Chihuahua. El, junto a sus doce compañeros ayudaron a encender la chispa que incendió las praderas y ciudades de un México sometido por décadas de injusticia.

Son pocos los momentos de los que se puede decir que forjan nuestra historia, Francisco Ornelas fue parte de uno de ellos. Menos que un puñado sobrevivieron, sin embargo, como se suele escuchar, dejaron la semilla sembrada. México vivió años de rebelión y cambios, el mundo giró en muchos sentidos y los caminos que tomaron quienes participaron fueron muchos y variados.

El de Paco lo llevó al sureste, a terminar sus estudios como docente y trabajar frente a grupo en algunas comunidades de Campeche y Tabasco. Con el tiempo pudo regresar a Chihuahua y continuó como maestro, primero en pequeñas escuelas de ejidos en los municipios de Cuauhtémoc y Aldama y más adelante en la Ciudad de Chihuahua.

A lo largo de su trabajo en el aula, miles de jóvenes fueron formados con su ayuda y enseñanzas en diversas escuelas, además del CBTIS 122 y del Colegio Palmore, hasta cumplir su cuarenta aniversario como maestro y recibir la medalla Ignacio Ramírez Altamirano por sus años de servicio.

Sin duda Francisco Ornelas dejó huella en las nuevas generaciones, siempre con su mirada en el futuro sin olvidar el fuego del pasado.

Ejerció como maestro con la antigua militancia a cuestas, luchó antes y continuó luchando incluso contra la historia no oficial de quienes, quizá sin pretenderlo, monopolizan la memoria de la guerrilla en México.

Escribió y plasmó en Sueños de Libertad, libro que editó y publicó con sus propios recursos su testimonio en un esfuerzo por darle a la historia de Chihuahua una voz que no había sido contemplada.

Ya en el 2019, alcanzó a vivir un poco de aquel cambio que siempre buscó, pisó la otrora casa presidencial de Los Pinos para un homenaje, junto a su antiguo compañero, Florencio Lugo Hernández, (ahora el único sobreviviente) al recibir el Premio Nacional Carlos Montemayor por su participación aquel 23 de septiembre de 1965.

Para su familia era el que llegaba un día de visita aquí y al siguiente con otro primo o hermano a otro domicilio familiar. Sin querer, al haber crecido huérfano, sus primas y primos se volvieron hermanos, una gran familia con todo lo que conlleva. Sus visitas acompañadas de sonrisas, anécdotas y algún regalo, con el tiempo, como ocurre con todo aquel que carga mucha historia y muchos años, fueron haciéndose más espaciadas.

Más ahora cuando las redes nos dan la ilusión de estar cerca y en contacto, pero nos sorprende el tiempo que puede llegar a pasar para ver directamente incluso a quienes nos acompañaron desde la infancia. En cierta medida eso ocurrió con Paco, entre una pandemia e indicaciones de aislamiento, fueron pocas semanas las que la familia pudo acompañarlo antes de su partida.

A la distancia, un evento como el de Madera en 1965, que marcó a una generación, a un estado y a la historia de la guerrilla en México, fácilmente puede definir a una persona, Paco fue, es, y será un combatiente del Grupo Popular Guerrillero, pero no sólo lo define eso, también fue maestro, amigo, familiar, compadre, guía y ejemplo de la búsqueda por una vida más digna y justa, como le gustaba decir; “y voy a seguir en la lucha por siempre”.

Hasta Siempre, Francisco Ornelas