LA SANGRE MARTIR

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El 24 de septiembre de 1965 la República entera se conmovió con la información que dieron los diarios del país: el cuartel que alojaba en Madera, Chihuahua, a 120 soldados federales, fue asaltado por un grupo todavía no precisado en su número pero que no llegaba a veinte, de jovenes que al grito de "ríndanse, los tenemos completamente rodeados", intentaron apoderarse del cuartel: unas barracas de madera que las Compañías Madereras habían proporcionado al ejercito y convertir en prisioneros a los soldados federales alli acuartelados. El hecho sangriento tuvo lugar en las últimas horas de la madrugada del día 23. De acuerdo con las versiones recogidas, por que a la fecha no hay quien haya proporcionado información veraz, de cómo, por qué y para qué los jóvenes se lanzaron a la aventura que tantas vidas costó, el grupo asaltante lo formaban un médico y profesor normalista -Pablo Gómez Ramírez- y un ex-maestro rural que sirvió en una escuela rural de Estado -Arturo Gámiz García-, considerados los dos como los jefes del grupo. Participaron junto con ellos, Salomón Gaytán, campesino; Rafael Martínez Valdivia, rofesor en Basúchil; Miguel Quiñones Pedroza, maestro normalista rural, egresado de Salaices y Director de la Escuela Rural Federal en Ariseáchic; Oscar Sandoval, estudiante, alumno de la Escuela Normal de Estado en Chihuahua, hasta noviembre de 1964; Emilio Gámiz García, estudiante y hermano de Arturo; y se supone que el profesor Manuel Peña González que procedía de Zacatecas y Antonio Escobel Gaytán, pues como los ocho aquí anotados murieron durante el asalto, los cadáveres de dos de ellos no pudieron ser identificados plenamente y sobre su identidad nada más se han hecho hipótesis.

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De la misma manera todavía hoy -26 de febrero de 1967- nadie esta en condiciones de aseverar -con certeza- el número de atacantes. Hay quienes dicen que el grupo estaba formado por catorce, otros sostienen que eran quince y no faltan los que arguyen que diez y siete. Lo único cierto es que ocho jóvenes fueron los muertos, que no hubo ni prisioneros ni heridos y que las fotografías de los cadáveres revelan que fueron lo que materialmente se dice, acribillados, hechos una verdadera criba, a balazos. De parte de los soldados murieron seis, todos ellos jóvenes también, que derramaron su sangre en cumplimiento de lo que para ellos fue su deber. Si hubo heridos entre el grupo de jóvenes revolucionarios nadie lo sabe por que -junto con los que no lo fueron- desaparecieron rápidamente del lugar de los sucesos. La serranía próxima y la semioscuridad del amanecer -así como la soledad total provocada por los disparos- facilitaron que -si los hubo- sin ser vistos desaparecieran.

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La versión oficial publicada por los diarios más impotantes de la ciudad de Chihuahua, difiere y más aún si se lee la versión de la "extra" que, el mismo día 23 -a medio día- lanzó uno de ellos: se dio como hora del asalto las 5 de la mañana señalando que cuatro soldadosy varios guerrilleros habían muerto. "la guerrilla asaltante la componían 30 hombres y se recogió la versión de que, los guerrilleros, tenian rodeado el aeropuerto de la ciudad y estación ferrocarrilera. Noticia importante la última por que, los generales Tiburcio A. Zamora, jefe de la zona militar -y Praxedes Giner Durán- gobernador del estado, acompañados de otras personas, habían salido por la vía aerea con destino a la alarmada ciudad y no se les había podido informar del peligro que correrían al aterrizar en el lugar de destino. En la misma hoja y como noticia de última hora, se informaba al público que -a las 11:45 horas del mismo día 23- una avión procedente de Ciudad Madera había aterrizado en el aeropuerto de la ciudad (Chihuahua), a bordo del cuál llegó un teniente del ejército, gravemente herido, con bala expansiva, en el estómago. El piloto de dicho avión proporcionó los informes que empezaron a esclarecer la confusión sembrada por los muchos rumores que circulaban por la ciudad capital del estado: 1º La situación estaba dominada por el ejército; 2º Había mas de cien personas detenidas, atadas de manos y pies, en una de las pistas del aeropuerto de C. Madera. Al día siguiente -24 de septiembre-, ambos diarios aparecían con amplias informaciones profundamente ilustradas con fotografías.

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Un diario afirmó que los primeros disparos se escucharon a las 6:10 de la mañana y que el tiroteo duró tres horas. El otros señaló las 5:50 horas como el momento, en que el ataque se inició y le dio una duración de hora y media. La verdad es que debió principar el tiroteo cuando todavía faltaba totalmente la luz solar. El maquinista ferrocarrilero que a esa hora se preparaba para la diaria jornada, al encender el farol de la maquina a su cuidado, iluminó a los atacantes que se encontraban parapetados en la vía del ferrocarril y a los soldados que avanzaban sobre ellos. De acuerdo con el plano recogido del cadáver de Arturo Gámiz García, los atacantes se colocaron en cuatro lugares: tras de la vía férrea, frente al cuartel, en la escuela y la iglesia, en la Casa Redonda y en la casa del Sr. Pacheco y detrás de una camioneta.

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En ese mismo plano -figura una relación de 13 nombres de personas, entre las que no está el de Arturo-, señalando las armas, granadas, etc., de que cada uno disponía. Debido a que ese documento se considera como plan de ataque al cuartel, se fortalece la suposición de que fueron catorce los autores del asalto: los trece enlistados más Arturo. A los primeros disparos siguieron los gritos de "ríndanse, están rodeados" y ocurrieron justamente en el momento en el que, los soldados acuartelados, realizaban las maniobras necesarias para tomar el primer alimento del día. La disciplina militar se impuso entre el grupo de soldados desarmados que en esos momentos salían para recibir "el rancho". Se tiraron pecho a tierra y poco a poco fueron recogiendo sus armas y municiones mientras que -desde cuatro rumbos distintos- les disparaban y lanzaban bombas de fabricación casera y granadas que -ya ántes- los guerrilleros habían recogido como botín al copar y apresar a una patrulla de soldados federales, a los cuales dieron libertad después de desarmarlos, como ya ántes habían hecho prisionera a una patrulla de soldados estatales, a los que también desarmaron y dejaron en libertad. A esa hora -repito- la oscuridad era completa: los soldados disparaban guiándose únicamente por los fogonazos producidos por los disparos de los asaltantes y por el rumbo que señalaban los gritos e intimaciones para que se rindieran.

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El asalto había sido cuidadosamente planeado según se desprende del documento recogido a Gámiz y de una lista de actividades que había que realizar -previas al mismo- que se encontró entre las ropas de Dr. y Profr. Pablo Gómez Rámírez. Se supone que no tuvieron tiempo o no pudieron hacer todo lo que habían pensado por que, los depósitos conteniendo gasolina, que habían escondido y seguramente destinados a incendiar el cuartel, fueron encontrados intactos. La inexperiencia y lo mal armados -aún que se afirme lo contrario, con base en la cantidad de municiones recogidas- dio como resultado que fracasaran en su intento. Informes diversos -origindados en las versiones dadas por los soldados, revelan que el Dr. y Profr. Pablo Gómez Ramírez disparaba con una escopeta, cuyas postas apenas si dejaron huella en la piel de los soldados, mientras que estos disparaban con mosquetones, M-1 y hasta con ametralladora.

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La relación dada en el plano que se recogió del cadáver de Arturo, es por si solo reveladora de la falta de armas adecuadas. Los tres grupos que allí aparecen estan formados como sigue:

  1. "Grupo 3: Hugo, Molotov, Granada, 30-05; Alex: Molotov, Granada, 7 mm; Carlos: Molotov, 30-05."
  2. "Grupo 2: Alfredo, 7 mm; Ernesto, rifle 22 y Victor 30-06".
  3. "Grupo 1: Luis, 7 mm; Daniel, rifle 22, Manuel escopeta y Martín 30-06".

Como puede leerse en su arsenal de armas figuraba una escopeta que ni siquiera era de repetición -había que volver a cargarlas después de cada disparo- y dos rifles 22. Es verdad que contaban con granadas y bombas molotov y con dinamita que metieron en pedazos de tubo grueso para hacer bombillos pero, repito, la inexperiencia y falta de madurez en las acciones guerrilleras, los llevaron a la muerte.

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Los ocho cadáveres recogidos por los soldados correspondieron a las seis personas ya anotadas antes y a dos no cabalmente identificadas. Según los cálculos oficiales y la declaración de algunos vecinos, que afirmaron haber visto huir a cuatro de los asaltantes, fueron seis los que lograron huir y de esos seis dos iban gravemente heridos. Por su parte, los 125 soldados acuartelados sufrieron de inmediato cinco bajas: sargentos Nicolas Estrada Gómez y Moisés Bustillo Orozco; cabo Felipe Reyna López y soldados, Jorge Velázquez y Virgilio Yáñez Gómez. Quedaron heridos y fueron enviados a Chihuahua y posteriormente a México para su curación, el teniente Rigoberto Aguilar, los sargentos Virgilio Argüelles López, Eugenio Ramírez López, Manuel Ramírez Cabral y Aurelio Ramírez, más los soldados Natividad Juárez Hernández, Adán Jiménez Martínez, Manuel Félix Hernández, José García Martínez y Roberto García Mendoza. Total: cinco soldados muertos y once heridos aunque -en Chihuahua- falleció el teniente Rigoberto Aguilar, lo que hizo subir los muertos a seeis y bajar a diez el número de heridos. En esta lista no figura el soldado José Santos Rodríguez que el Hospital Central Militar de la ciudad de México fue entrevistado por el periodista Felipe Vargas, según versión de "Novedades" el 27 de septiembre de 1965.

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Las simpatías del que esto escribe estan con los muchachos que lucharon con las armas en la mano, buscando que se les hiciera justicia a los trabajadores del campo chihuahuense. Lamento profundamente la muerte de hombres tan valiosos para la causa de la educación y de la defensa y amparo de los pobres. Todos tenían familia que los lloró con dolor amargo y hondo. Pablo tenía ademas de sus hermanos, esposa y cinco hijos, cuya fotografía encontraron entre sus papeles. Pero también son lamentables las muertes de los seis miembros del ejército y lamentable que otros diez soldados -jóvenes, la mayoría muy jóvenes- hayan sufrido heridas algunos de mucha gravedad. También ellos tienen familia que los lloró. También ellos al igual que los descontentos y rebeldes, fueron víctimas de una misma circunstancia: la incapacidad de un gobernador de estado para regir con prudencia y tino la vida pública encomendada a su cuidado; incapaciadad asociada al espíritu reaccionario de autoridades, latifundistas y explotadores. Maestros, estudiantes, campesinos, y soldados fueron víctimas -por igual- de una situación social ideseable por que, para los campesinos, los maestros y los estudiantes, cada día iban en aumento la injusticia, la explotación, la opresión y el maltrato. Todos los datos e informaciones aquí recogidas antes de ocuparme del drama de Madera, llevan justo un propósito: el de hacer ver que la impunidad con que los caciques, las guardias blancas y los malos funcionarios, actuaban y actúan aún, en contra de campesinos, maestros y estudiantes, tenía que dar como resultado la violencia. De la sangre de Madera son responsables quienes asesinaron, despojaron, encarcelaron y befaron a pacíficos e inermes campesinos, a maestros y estudiantes. En qué grados las torpezas del gobernador de estado y la villanía de sus funcionarios policiacos y judiciales, fueron capaces de provocar este violento estallido del descontento que -desde hace muchos años se venía acumulando- ya es sabido por la gran masa del pueblo de Chihuahua -donde decir campesino, estudiante o maestro-, es decir enemigo del gobernador de estado y concretamente del general de división Práxedes Durán, designado gobernador del estado para cuyo pueblo trabajador ha resultado una verdadera maldición. Para nadie es un secreto que el verdadero culpable de esta situación de hondos y justificados descontentos, es el general Giner Durán quien para colmo, hace gala de ser villista cuando que el villismo se caracterizó por su profundo amor y por su defensa de los pobres. Claro que él no tiene la culpa de haber encontrado caciques rurales, latifundistas y explotadores. Pero si lo es de haberlos alentado y fortalecido negándose a escuchar las quejas de los agraviados; negándose a castigar a los criminales y poniendo al sevicio de los ricos toda la fuerza de la ley y sus jueces, de sus policias y de sus llamadas fuerzas rurales. Campesinos, maestros, estudiates y soldados muertos o heridos en Madera, fueron víctimas -por igual- de la inepcia reaccionaria de un solo hombre: Giner Durán , Gobernador del Estado.

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Después de terminado el tiroteo, grupos de soldados salieron a perseguir a los que supusieron fugitivos. Su persecusión sería vana: la masa del pueblo campesino los absorbió. Pudieron, los campesinos, estar en contra de la violencia realizada por los fugitivos, pero no pudieron negarles tan necesario auxilio, por una razón: los hombres del campo sabían que los seguidores, de Gámiz y Gómez Ramírez, andaban luchando por que a ellos, los campesinos, se les hiciera justicia. Fue por eso que ni los pudieron encontrar ni los encontraran nunca. Se fundieron con la masa anónima del pueblo y tal vez un día surjan de nuevo como vengadores.

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A continuación hay que recoger algunos hechos que demuestran -de la manera más palmaria- el espíritu no solo reaccionario, antihumano, vengativo y ruin del que siempre han dado muestras los enemigos de la causa del pueblo. Feroces, con ferocidad de hienas, se abanderan de las mas nobles y bellas palabras para justificar sus actos repulsivos: de bebedores de sangre.

  1. En C. Madera había entonces, probablemente sea el mismo hoy, un sacerdote de nombre Roberto Rodríguez Piña. Fue solicitado para que oficiara durante la ceremonia organizada para sepultar a los cinco soldados muertos -cada uno en su caja de madera decorosamente forrada con tela, y tal como las fotografías lo revelan- no tuvo inconveniente alguno para participar en su calidad de sacerdote católico, en las honras funebres hechas a los militares; bedijo los ataúdes de los soldados, vistió las ropas usuales en estos casos y dijo las palabras apropiadas -de acuerdo con sus ritos- para el acto. Vecinos y algunos familiares presentes, conmovidos por la tragedia de los ocho muertos en el asalto al cuartel le pidieron lo mismo: que oficiara, que bendijera a Gámiz, a Gómez Ramírez y a sus seis compañeros. Y el sacerdote Roberto Rodríguez Piña, se negó a hacerlo. Los ocho hombres fueron arrojados como animales atacados de aftosa o cualesquiera otra enfermedad de contagiosidad peligrosa, en una fosa común llenos de tierra y pólvora, sangrantes después de haber sido paseados sobre la plataforma de un camión maderero, los dejaron caer en una gran zanja, zanja sobre la cual el día que vendrá, el pueblo habrá de levantar un monumento. No creo que el Dios en el que él cree, ni sus autoridades y de manera especial Paulo VI, encuentren justa y digna de alabanza, la actitud sectaria de este ignorante y rencoroso.
  2. La medida del valor humano que como hombre y como gobernador, tiene Giner Durán, la dan los incidentes que recojo enseguida: algunos familiares de los muertos habían conseguido sepultura; cuando Giner lo supo, no solo anuló el permiso dado: apresuró el entierro de los mismos en una fosa común para los ocho. Su pequeñez espiritual se puso de manifiesto con esa persecusión para los muertos.
  3. El mismo Giner que calificó de salteadores, bandidos y latrofaxiosos a los Mártires de Madera, tuvo el cinismo de comentar que no había pasado nada. Que lo sucedido "no tenía importancia" por que, según el criterio de este "sociólogo" y "político" que avergonzaría a los apaches, "lo que ocurrió lo mismo pudo haber ocurrido en un baile o en una cantina"... ¡Y pensar que quien así opinó es un gobernador de estado!... Sin embargo hay que reconocer que no podía adoptar actitud diferente: su sentimiento de culpa -aunque inconsciente- se estaba manifestando en el deseo de restarle importancia a la humana matanza como que él -y nadie más que él- es el principal culpable o responsable por tanta vida segada, por tanta sangre derramada... Es público que además, al verlos en la fosa exclamó: ¡Querían tierra, hártense de tierra!
  4. Pero lo que lo pinta en toda su palurdez política, lo que hace que aparezca en toda su desnudez al pobre hombre que en realidad es, fue lo que declaró al bajar del avión que lo regresó de C.Madera a la de Chihuahua: "Todo se reduce a una bola de locos mal aconcejados", fue la contundente afirmación con la que remató la ya comentada arriba: "No tiene importancia"... Tal vez se sintió de pronto -influido por la presencia de fotógrafos- actor de cine, un poco Arturo de Córdova. ¡De estos viejecitos reaccionarios, vanidosos y con mentalidad feudal pero tontos de capirote, líbranos señor!
  5. Después de que pasó el tiroteo, de que los muertos fueron recogidos -fueron inhumados el 24-, de que la calma volvió para sosegar los ánimos, los observadores vecinos de C. Madera se pudieron dar cuenta de cómo Rito Caldera jefe de guardias blancas utilizadas para perseguir, torturar, aterrorizar y asesinar a los campesinos, no ocultaba su satisfacción por la muerte de Gámiz y de sus compañeros, en contra de los cuales, jamas pudo hacer nada, y siempres los rehuyó. Pero ya estaban muertos y su alegría era tan grande que no la pudo disimular y de ello se dieron cuenta los vecinos. Igualmente satisfecho, contento por la muerte de "los guerrilleros" -a los que negó los oficios que por su ministerio estaba obligado a darles- se mostró el sacerdote Roberto Rodríguez Piña. Fue tan notable su alegre estado de ánimo que -al igual que el matón Rito Caldera- parecía que se había sacado un gran premio en la lotería. Pero falta un tercer hombre (¿hombre?) que también gozó con la muerte de los jóvenes rebeldes: Ernesto Castellanos, exmayordomo de varios latifundista de la región y al que, por méritos ganados con la siembra de terror entre los campesinos, le dieron como premio la Presidencia Municipal de C. Madera. Don Ernesto fue más allá -mas sincero consigo mismo-, mas leal, a quienes lo pusieron allí para que los sirviera -reveló todo su insitinto de alano, de perro de presa-, propuso formar un grupo armado "para ir a perseguir agraristas"... Mientras Gámiz y sus guerrilleros vivieron, Castellanos no se sintió con arrestos para formar un grupo armado para ir a abatirlos. Ahora estaban muertos y todo el mundo sabe aquello de que "a moro muerto, gran lanzada". En resumen, los observadores vecinos de C. Madera, el día 23 de Septiembre y siguientes tuvieron ante ellos el inucitado espectáculo que daban "los tres alegres compadres". Y muchos -con sensibilidad humana- sintieron asco, náuceas, frente a la alegría de tales fieras humanas.
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Pero no todo ha de ser porquería en este sucio mundo. El chofer José Estrada Santos, que maneja el automóvil "2-50", Chevrolet modelo 1963, perteneciente al sitio ubicado en la esquina de las calles Valdés Carrillo y Juárez, frente a la Plaza de Armas, en la ciudad de Torreón, fue requerido por un hombre como de 35 años al que acompañaban tres jóvenes, el 15 de Septiembre como a las 6 horas, para que los llevaran hasta La Zarca, Dgo. Las investigaciones de la policía -el auto fue reportado como robado al no aparecer ni tener noticias del chofer- revelan que los cuatro hombres a las 4:45 horas de ese día, llegaron en un camino de "Los Altos", llevando por todo equipaje un bulto largo -como de un metro 25 cms.- por todo equipaje. Algunos amigos del Dr. Gómez Ramírez, suponen que era él y que otros de los viajeros pudo ser el profesor Miguel Quiñones, ingnorándose completamente quienes fueron los otros dos. El chofer José Estrada Santos, declaró que antes de salir, se detuvieron en una bótica donde el de mayor edad compró unas medicinas. Que al llegar a La Zarca volvieron a salir como a las 10 horas del dia 15, rumbo al norte. Que unos cuantos kilómetros adelante, pistola en mano, le quitaron el volante que tomó el de mayor edad y al llegar al entronque de carretera con Canutillo, Dgo., se salieron de ella, quedando fuera de la cinta asfáltica, como a tres kilómetros del lugar. Bajaron dos de los pasajeros, y los otros dos con él en el auto, enfilaron por la Panamericana hacia el norte. No recuerda más. Lo inyectaron por la fuerza. Volvió a darse cuenta de lo que ocurría en lo que supone era la ciudad de Chihuahua. Allí lo obligaron a escribir a su patrón explicándole que cuatro personas lo habían llevado a Chihuahua pagándole el viaje. Otro día, 17 de Septiembre, le entregaron $2,200.00 y le dijeron que fuera el día siguiente a Cuauhtémoc a recoger el automóvil, lo que hizo sin encontrarlo, pero que, posteriormente lo recobró, pues lo dejaron abandonado en C. Guerrero. Este Chofer, un trabajador desde luego, informó a la policía todo lo que pudo ver y oir -pues lo inyectaron 2 veces más para que siguiera durmiendo- aclarando que nunca entendió de qué hablaban ni se dio cuenta de la ruta que llevaban. Además, hizo una declaración que es necesario recoger: "Hizo notar que mientras estuvo en poder de los cuatro lo trataron bien". Además, confesó que le entregaron...... $2,200.00. Conducta que revela que quienes asaltaron Madera eran hombres honrados, respetuosos de la vida humana y de los intereses de sus semejantes, más bien de sus iguales, los trabajadores. Conducta que está en desacuerdo con los calificativos de gavilleros, badidos, salteadores y asesinos, que les aplicó el iracundo Giner Durán.